No quisiera dejar pasar la noticia sobre la nueva Reforma Fiscal propuesta por Carstens y Calderón para el Presupuesto Económico del próximo año. Mucho se puede decir al respecto, y justo encontré una nota de Denise Maerker, publicada el pasado 21 de agosto, que resume la postura de muchos de los que estamos indignados con la manera en que los funcionarios públicos nos ven la cara sin escrúpulos.
Me es muy desalentador notar que la gente que me rodea (en redes virtuales como Facebook) estuvo más al pendiente del partido de fútbol de México contra Costa Rica, o se distrajo con la sombra mediática de un supuesto secuestro de un avión que volaba de Cancún a la Ciudad de México. Pocos prestaron atención a que, una vez más, el gobierno pretende resolver los problemas a partir de la economía de los más vulnerables y de la frágil clase media de nuestro país. Somos nosotros los afectados y sin embargo, podría asegurar que para muchos la noticia pasó desapercibida.
En fin, les dejo el artículo.
Denise Maerker
Atando cabos
21 de agosto de 2009
Ni un peso más
Ni un peso más en impuestos si no se pone un alto al despilfarro y al abuso del dinero público del que somos testigos impotentes día con día. Pagar impuestos es una obligación irrenunciable. De acuerdo. Dicho esto, no estoy dispuesta a pagar ni un peso más de impuestos si antes no se pone un límite a la cultura del dispendio que priva entre nuestros gobernantes y funcionarios. Las finanzas del Estado están en serias dificultades: menos producción de petróleo, precio más bajo del barril, menos turismo, menor actividad económica, menor recaudación. Falta dinero y de algún lugar lo van a tener que sacar. Las opciones no son muchas: o se endeudan, o cobran más impuestos, o gastan menos.
¿Pero nos pueden pedir legítimamente más sin un programa draconiano de austeridad? Yo creo que no. Por eso, y antes de que nos anuncien, de a cómo es el golpe, habría que enviarles un mensaje claro y contundente.
Ni un peso más si no se le pone fin a la opacidad con que los gobernadores manejan el dinero público. No puede el gobernador de Guanajuato comprar mil hectáreas a billetazo limpio sin decirnos de qué partida lo sacó y reservase la información durante cinco años.
Ni un peso más si antes no transparentan y controlan la forma en que los diputados se gastan y se reparten el dinero. Basta de acuerdos de la junta de coordinación política en la que se asignan millones a las bancadas. No más turismo legislativo.
Basta de privilegios: que todos los funcionarios y legisladores sean derechohabientes del ISSSTE y si quieren otros seguros médicos que se los paguen con su dinero.
Basta de la complicidad entre políticos que los lleva a llamar traidor al que se comporta con honestidad.
Ni un peso más si la Presidencia y el Ejecutivo no reducen su gasto corriente. No se puede pedir más cuando en Los Pinos se sobregiran año con año respecto a lo presupuestado. Ni un peso más si no desaparecen las secretarías inútiles. Y que se transparenten las millonarias partidas previstas para el festejo del bicentenario.
Estamos en una severa crisis económica, millones de mexicanos angustiosamente buscan la manera de mantener su nivel de vida. Cobrar más impuestos ahora es como hacerlo en tiempos de guerra, la justificación y el discurso tienen que ser inapelables. Y para eso hoy se necesita no un compromiso, sino una demostración de austeridad sin precedentes, un auténtico cambio en la cultura de las élites gobernantes respecto del dinero público, de lo contrario, la evasión y el no pago quedarán plenamente validados y justificados.
viernes, 11 de septiembre de 2009
lunes, 7 de septiembre de 2009
Vulnerable
Hoy la ciudad amaneció inundada y yo desperté ahogada en tristeza.
Soñé que Lola moría en mis brazos. No he podido curarla ni saber qué tiene. Cometí el error de protegerla al grado de convertirla en un ser demasiado vulnerable. Creo que lo mismo logró mi mama conmigo.
Me quedan 18 días en este país y tengo miedo.
Miedo a los cambios que enfrentaré.
Miedo de encontrar que a mi regreso todo sea tan distinto que no pueda reconocerlo. Miedo de pensar que tal vez no regrese nunca.
Tengo miedo de perderme y perderte.
Y aunque parezca contradictorio también me siento fuerte. No es la primera vez que lo dejo todo, y se que al final soy mucho más insensible de lo que imagino. Es la transición la que me asusta. Hoy vivo en un limbo en el que mi mente y yo somos unos completos extraños.
Soñé que Lola moría en mis brazos. No he podido curarla ni saber qué tiene. Cometí el error de protegerla al grado de convertirla en un ser demasiado vulnerable. Creo que lo mismo logró mi mama conmigo.
Me quedan 18 días en este país y tengo miedo.
Miedo a los cambios que enfrentaré.
Miedo de encontrar que a mi regreso todo sea tan distinto que no pueda reconocerlo. Miedo de pensar que tal vez no regrese nunca.
Tengo miedo de perderme y perderte.
Y aunque parezca contradictorio también me siento fuerte. No es la primera vez que lo dejo todo, y se que al final soy mucho más insensible de lo que imagino. Es la transición la que me asusta. Hoy vivo en un limbo en el que mi mente y yo somos unos completos extraños.
miércoles, 19 de agosto de 2009
Un poco de historia
Abrir este blog fue un gran salto para mí. El miedo a la crítica ha sido mi mayor impedimento para tantas cosas en la vida. Y no es el miedo a la crítica de los demás lo que más me asusta. Es el temor a la autocrítica lo que me quita el sueño. Tengo que vencer este obstáculo de una vez por todas. Es por eso que he abierto mis pensamientos y hallazgos a través de esta maravillosa herramienta electrónica.
Debo decir que no es de mi interés saber si tengo un lector o dos o cien. Solo busco liberarme de las ataduras mentales que me han paralizado por años.
Desde chica me ha gustado escribir. En algún momento de mi niñez tardía y adolescencia temprana recuerdo que incluso logré hacerlo con cierta soltura. Más de 10 años han pasado y confieso que hoy me resulta complejo escoger las palabras de cualquier texto que pudiera ser leído por otros ojos además de los míos. Definitivamente es muy distinto escribir en la intimidad de un cuaderno que luego escondo en lo más profundo de un cajón de calcetines.
Vengo de una familia de académicos. En mi casa las paredes parecen estar construidas con libros. Abundan los ejemplares de filosofía, historia, política y arte. Tenemos una sección considerable de libros de cine y un cuarto lleno de novelas. Entre ese ambiente literario, el miedo a enseñar escritos propios a mis padres, se encontraba muy bien alimentado. ¡Pero qué niña tan ocurrente! Creía que si no escribía ensayos como Borges, no tenía ningún talento. Lo más absurdo en esta historia es que mi familia siempre me ha apoyado hasta en los caprichos. Incluso el de estudiar una carrera que estaba evidentemente lejos de mis intereses, al menos hasta entonces.
Así fue como tomé la decisión de estudiar Ingeniería Mecánica Eléctrica. No recuerdo con exactitud lo que pensaba en ese momento. Lo que si tengo claro es que creía que de esa forma tendría mi propio espacio intelectual. Un espacio intocable por la crítica de la familia e incluso por la autocrítica al tratarse de un mundo por completo inexplorado. Mi terquedad hizo que lograra terminar la carrera sin si quiera preguntarme si lo disfrutaba o no.
Tres años han pasado desde que me gradué y ahora lucho por revertir esa decisión y regresar a mis verdaderos deseos, mismos que aun no conozco a la perfección. Pero por algo se empieza, y así es como hoy escribo estas palabras y las envío al ciberespacio.
Debo decir que no es de mi interés saber si tengo un lector o dos o cien. Solo busco liberarme de las ataduras mentales que me han paralizado por años.
Desde chica me ha gustado escribir. En algún momento de mi niñez tardía y adolescencia temprana recuerdo que incluso logré hacerlo con cierta soltura. Más de 10 años han pasado y confieso que hoy me resulta complejo escoger las palabras de cualquier texto que pudiera ser leído por otros ojos además de los míos. Definitivamente es muy distinto escribir en la intimidad de un cuaderno que luego escondo en lo más profundo de un cajón de calcetines.
Vengo de una familia de académicos. En mi casa las paredes parecen estar construidas con libros. Abundan los ejemplares de filosofía, historia, política y arte. Tenemos una sección considerable de libros de cine y un cuarto lleno de novelas. Entre ese ambiente literario, el miedo a enseñar escritos propios a mis padres, se encontraba muy bien alimentado. ¡Pero qué niña tan ocurrente! Creía que si no escribía ensayos como Borges, no tenía ningún talento. Lo más absurdo en esta historia es que mi familia siempre me ha apoyado hasta en los caprichos. Incluso el de estudiar una carrera que estaba evidentemente lejos de mis intereses, al menos hasta entonces.
Así fue como tomé la decisión de estudiar Ingeniería Mecánica Eléctrica. No recuerdo con exactitud lo que pensaba en ese momento. Lo que si tengo claro es que creía que de esa forma tendría mi propio espacio intelectual. Un espacio intocable por la crítica de la familia e incluso por la autocrítica al tratarse de un mundo por completo inexplorado. Mi terquedad hizo que lograra terminar la carrera sin si quiera preguntarme si lo disfrutaba o no.
Tres años han pasado desde que me gradué y ahora lucho por revertir esa decisión y regresar a mis verdaderos deseos, mismos que aun no conozco a la perfección. Pero por algo se empieza, y así es como hoy escribo estas palabras y las envío al ciberespacio.
jueves, 13 de agosto de 2009
Simplemente hermoso
Ayer mi amigo U me enseñó un video que me dejó muy sensible.
Ahora lo comparto con aquellos cibernautas que por alguna casualidad inexplicable estén paseando por este espacio virtual.
Me impactó profundamente el arte que logra esta hermosa mujer usando nada más que arena y una mesa iluminada. El trazo de Kseniya Simonova es tan perfecto que es capaz de transformar a una linda muchacha en una misteriosa anciana con unos cuantos sutiles movimientos.
Además, el hecho de que sus obras sean tan bellas como efímeras, hace que el espectador experimente una especie de nostalgia incontrolable.
Ahora lo comparto con aquellos cibernautas que por alguna casualidad inexplicable estén paseando por este espacio virtual.
Me impactó profundamente el arte que logra esta hermosa mujer usando nada más que arena y una mesa iluminada. El trazo de Kseniya Simonova es tan perfecto que es capaz de transformar a una linda muchacha en una misteriosa anciana con unos cuantos sutiles movimientos.
Además, el hecho de que sus obras sean tan bellas como efímeras, hace que el espectador experimente una especie de nostalgia incontrolable.
miércoles, 12 de agosto de 2009
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